jueves, 8 de marzo de 2012

El viaje de Gerardo II. El aterrizaje

El vuelo hacia su nuevo destino fue poco menos que una tortura. Turbulencias, poca comida y, sobre todo, mucho aburrimiento. Aún así, la perspectiva de un cambio tan grande comenzaba a traspasar la barrera del miedo para conseguir hacerle un poco de ilusión. Conocía a mucha gente que se moría de ganas por gozar de la oportunidad que a él le estaban brindando. Debía aprovecharla lo máximo posible.

Sus ojos no podían despegarse de su reloj, calculando cada 2 minutos el tiempo restante para llegar a Madrid. El ser humano era tremendamente masoquista al haber ideado el avión como medio de transporte. Gerardo creía poder llegar antes caminando sobre las aguas que en ese monstruoso aparato en el que se sentía encerrado. Aunque por otro lado... no sabía nadar, así que la perspectiva de sobrevolar el océano le quitaba bastante el sueño.

En algún momento Dios fue misericordioso e hizo que el piloto anunciara el aterrizaje en Barajas. Gerardo se aferró fuertemente a los reposabrazos, cerró los ojos y rezó para llegar vivo a la capital española. Y así fue. En cuanto pudo se liberó del cinturón y se apresuró en huir de esa prisión para poder respirar aire fresco después de tantas horas de viaje.


Por mucho que le hubieran contado acerca  del tamaño del aeropuerto de Madrid... ninguna descripción acertó con lo que él estaba viendo. Un laberinto de flechas, controles, escaleras y ascensores. ¿Sería así todo en España? ¿Grande y moderno, la gente tan a la moda? Aunque no quisiera, tendría que averiguarlo tarde o temprano. Poco a poco fue pasando del miedo a la esperanza. Sintió que España le podía deparar algo más que un trabajo con el que costearse una vivienda en su linda Lima.

Debía de ser el orgullo de su familia, debía de ser fuerte para sobrellevar ese cambio con entereza... Vio a una pareja y se dirigió a ellxs para que le tomaran una foto que inmortalizase su llegada a Madrid. Posó sonriente para aliviar la preocupación de su madre, con la que sin falta se comunicaría en breve.

"¡Gerardo! ¡Gerardo!" Se volteó al escuchar su nombre y se topó con Rafael y Diana. Ambxs sonreían divertidxs al verle tan bien adaptado a su nueva realidad, codeándose con españolxs a pesar de su timidez. Se abrazaron tras el reecuentro y se dirigieron al coche rumbo a su nueva vida. A pesar de su excitación, estaba sumamente cansado por el viaje. Necesitaba darse una ducha, comer algo y dormir en posición horizontal. Pero sus primxs tenían planes diferentes para él: ése sería su primer día de trabajo. Gerardo se negó en rotundo, pero no pudo eludir la responsabilidad de ir a conocer su lugar de trabajo.

Algo más de media horita en coche y llegaron al restaurante, un local inmenso donde se servía comida vegetariana, terreno que Gerardo desconocía bastante. Le enseñaron amablemente todas las instalaciones como buenos anfitriones y jefxs, conduciéndole por cada uno de los rincones de lo que a partir de entonces sería su segundo hogar. Aparte de restaurante había tiendas, oficinas, salas de conferencias... Un pequeño imperio alternativo cuyo mantenimiento dependía de su trabajo.

Una vez inspeccionado todo ese nuevo mundo, sus primxs decidieron llevarle al lugar donde viviría durante ese tiempo. Estaba a poco más de 10 minutos caminando de su centro de trabajo, lo cual le pareció muy bien porque no perdería mucho tiempo en los desplazamientos diarios. En cuanto a la vivienda... bueno... las había visto mejores. Se trataba de una sola estancia (cocina, salón y habitación) en la que se disponían cuatro catres, además de un baño. Gerardo nunca había dormido con desconocidos, y la idea de hacerlo le preocupaba un poco. Todos eran peruanos, todos trabajaban para Rafael y Diana. En seguida se dio cuenta de que tendría que renunciar a su intimidad...

Mareado de tanta novedad, de tan repentino cambio, sus primxs se apiadaron de él y se lo llevaron a su casa para que pasara con ellxs un par de días. Su hospitalidad fue gratamente refrescante. Se preocupaban por que su cama contara con las mantas suficientes, su vaso con agua, su plato con comida y, en definitiva, su rostro con una sonrisa.
 
Esos dos días de transición a la vida española fueron un gran regalo de bienvenida. Cerró los ojos, respiró hondo y conversó con Dios un rato. Iba a necesitar compañía durante ese tiempito, y quién mejor que él para tomarle la mano e insuflarle el aliento que necesitaba. El cansancio le venció y se quedó dormido en seguida. Todo tenía que salir bien... no había viajado a la otra punta del mundo para que las cosas fueran a peor.

Continuará...

1 comentario:

  1. Ya había llegado al penúltimo párrafo cuando vi que estaba por terminarse... ¡Quedé con ganas de leer más! Imaginé el cansado viaje y cómo apenas tuvo oportunidad para recuperarse... cuando una nueva vida ya estaba frente a él. Qué difícil debe ser ser migrante, qué te espera, qué debes hacer, cómo adaptarte...

    ResponderEliminar