miércoles, 14 de marzo de 2012

El viaje de Gerardo III. Diarrea prelaboral

Rafael y Diana le habían dicho en Perú que su nuevo empleo sería muy gratificante, el salario considerablemente interesante, su empresa como una gran familia reinada por la armonía y España un lugar tranquilo donde los días se le pasarían volando. Dicho así, pareciera que lo que le esperaba fueran unas vacaciones pagadas. ¿Por qué no tenía entonces la sensación de que las cosas fueran a suceder así?


El proceso de adaptación era precisamente eso: un proceso. Desconocía el tiempo necesario para sentirse como en casa. En realidad desconocía si en algún momento se sentiría como en casa. Decidió adoptar una postura pragmática y aparcar la nostalgia, vivir un día a día sobrio y luchar por alcanzar el objetivo económico que motivó su aventura española.


Diana era una mujer maravillosa. En su viaje por Sudamérica conoció a Rafael, del que se enamoró, y juntxs atendieron al propósito de reclutar trabajadorxs para "El Centro Ecológico", ese restaurante que por momentos se le antojaba el Santo Grial. La mente de Gerardo asociaba ese gesto con una generosidad desmedida. Ella tenía en sus manos el sueño de muchxs latinxs, y con decisión se dispuso a dotarlo de los medios necesarios para que se hiciera realidad. Aparte de al mismo Rafael, El Centro Ecológico le dio la oportunidad a otras 4 personas, siendo Gerardo el que se incorporó en último lugar.


Disipado el jet lag y la confusión inherente a una nueva vida cuya separación de la anterior era de simplemente 13 horas, Gerardo comenzó a hacerse a la idea de su responsabilidad con su nueva empresa, así que decidió ir a su nueva vivienda junto a sus nuevos compañeros para poder incorporarse al día siguiente a su trabajo. El trayecto en transporte público hasta su apartamento era de dos horas, así que sus primos se ofrecieron amablemente a acercarlo para acortar tiempo y para evitar que se perdiera, hecho que indudablemente sucedería en el caso de que él optase por irse solo en autobús.

Así pues, posó por fin sus pies en lo que sería su hogar durante al menos 2 años. No tenía el menor aspecto de hogar, sinceramente, pero no pretendía prestarle demasiada atención a ese detalle. Entró con sus propias llaves en un momento en el que todos sus compañeros se encontraban descansando mientras escuchaban salsa, pues se encontraban en el instante intermedio entre el turno de las comidas y el turno de las cenas. Ellos ya llevaban más tiempo en España, pero no por ello aparentaban estar realmente adaptados. Se fueron presentando uno a uno.

Carlos era un antiguo compañero de trabajo de Rafael. Era un par de años más joven que él, pero más bien parecía al revés. Su voz era perfecta para una comedia televisiva, y reforzaba esa asociación canturreando por toda la estancia. Era muy vivaracho y divertido... aunque su intuición le susurraba que tras sus ojos se escondía una densa sombra de tristeza.

Por su parte, David era el esposo de Claudia (hermana de Rafael), al que ya conocía de Lima. No esperaba encontrarlo en Madrid, y en cierto modo le reconfortó convivir con alguien conocido. Era un hombre bastante arisco y lo notaba cambiado desde la última vez en que lo había visto: más ojeroso, canoso, flaco y hundido. Gerardo desconocía el motivo, pero esperaba que no tuviera que ver con el trabajo o su estancia en España. Aún así, hubo tiempo para conversar un poco, y le contó entre divertido y decepcionado su confusión con respecto al término "office", pues en su primer día de trabajo tuvo que colgar el elegante traje que había llevado para trabajar en la "oficina", al comprobar que realmente se trataba de "lavaplatos". "Anécdotas de principiante", pensó Gerardo, dándose cuenta de que pronto le tocaría a él comenzar la colección de ridículos recuerdos fruto de la brecha cultural.

Por último, estaba Brian, hermano de la ex-esposa de Rafael. Abierto y espontáneo, mostraba un carácter un tanto agresivo. Su decepción era notable, y en seguida se la achacó a la empresa, a Rafael y a Diana. "Un mal día", pensó Gerardo, aunque en su interior comenzaba a alimentar las dudas que albergaba con respecto a su decisión y el miedo frente a lo que ésta le deparaba.

Sus compañeros de cuarto parecían agradables, a pesar de todo, pero había algo en ellos que lo había preocupado. Algo le decía que la idílica situación que le habían descrito no era tal, pero no quería hipotetizar sobre algo que todavía no conocía de primera mano. Pronto se quedó solo en la estancia porque los chicos tuvieron que partir hacia el trabajo. Los nervios le impedían separarse del baño, al que tuvo que correr tantas veces que perdió la cuenta. Intentó dormir, pero el sueño le abandonaba para que pudiera reencontrarse nuevamente con el wc.

El concepto de sueño que él había perfilado en su cabeza, se estaba transformando poco a poco en pesadilla. Su fe le tranquilizaba un poco y le permitía confiar en que todo saldría bien, aunque intuía que durante un tiempo le iba a costar percibirlo. Fuera como fuese, Dios le acompañaba y no permitiría que le pasase nada malo.

Cuando sus compañeros llegaron del trabajo, él todavía no había conseguido pegar ojo. Prefirió hacerse el dormido para no tener que hablar, aunque fue un poco difícil porque su irrupción en la estancia fue bastante sonora. Hablaban del servicio, de las comandas, de las bellas mujeres de la mesa 3 y del mal carácter de su responsable directa. Afortunadamente, el cansancio pudo más que las ganas de charlotear y pronto todos apagaron las luces y se acostaron en sus respectivas camas.

No pasó mucho tiempo hasta que Gerardo comenzó a oír sus respiraciones pausadas y algún ronquido que otro. El sueño finalmente parecía que le estaba venciendo también a él y sus párpados comenzaron a hacerse terriblemente pesados. Fue entonces cuando le oyó. No sabía cuál de sus tres compañeros era, pero el sonido que emitía era inconfundiblemente el del llanto. "Los hombres no lloran", pensó mientras escuchaba. Suspiró y sintió como una lágrima acariciaba silenciosamente su mejilla.

Continuará...

2 comentarios:

  1. Fiuu. No me imagino en la situación de Gerardo, creo que ya habría salido corriendo porque tolero poco la incertidumbre. Debe ser tan difícil el esperar mil cosas de un mundo nuevo y que tus sueños comiencen a tambalearse... A esperar la 4a entrega. Gracias y un beso.

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  2. Gracias a ti, Mayra.
    Lo interesante de esta historia es que es real, y en ese mismo instante había muchas personas retornando a sus países tras un corto periodo de prueba en el que sus expectativas se vieron truncadas. No lo metí porque no conozco demasiado bien sus situaciones personales.
    La gente suele relatar los procesos migratorios como un éxito personal, pero realmente es un proceso duro. Quien lo adorne con guirnaldas miente. Muchas veces se sobrellevan situaciones muy difíciles, pero se disfrazan de carnaval ante sus familias en sus países de origen para no preocupar y, sobre todo, para no defraudar.
    Pero si una cosa está clara es el inmenso potencial de superación que tenemos, que nunca llegamos a conocer del todo.
    Un beso.

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