Introducción
Se levantó tras oír la lavadora funcionar. ¿Es que nadie podía respetar sus horas de sueño? Observó con los ojos entrecerrados el reloj para comprobar que ya eran las 12.10, así que se resignó a levantarse para comenzar un nuevo día.
Lucía exprimía naranjas en la cocina, a sabiendas de que la lavadora ya le habría despertado. Le dio los buenos días con carita de ángel, como si no se hubiera dado cuenta de que el ruído le había arrancado de entre las sábanas. Era muy difícil enfadarse con ella, así que no pudo más que sonreír y besarla.
Últimamente estaba un poco histérica con la situación, así que no tardó mucho en sacar el tema... La primera pregunta fue "¿ya has visto tu vida laboral?" Y de ahí siguió como una metralleta: "¿cuánto tiempo has cotizado? Es que hay que tenerlo en cuenta para saber cuánto tiempo te corresponde cobrar el paro y..." Su verborrea matutina lo golpeó como un látigo, haciéndole sentarse en el sofá a la espera de que se tranquilizara.

Cual tigresa atrapada en una jaula, comenzó a agitarse por todo el apartamento, esquivando repetidamente los muebles que obstaculizaban el paso entre una y otra estancia. Pronto empezaron el llanto, la furia, las amenazas ficticias y, finalmente, la calma. Siempre hacía lo mismo, pero ya hacía tiempo que se había habituado a su forma de afrontar las adversidades.
Ya calmadxs, Gerardo y Lucía se sentaron a beber sus zumos entre risas despreocupadas, amargos recuerdos teñidos de comicidad y la certeza de que todo iría a mejor... No podía ser de otra manera. Ése era el último día de una fase que ya se había hundido en la decadencia. El primer día de una adorable incertidumbre fruto de la libertad. Ése era el día en que Gerardo colgaría su delantal y diría adiós a su patrón.
Continuará...
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