lunes, 16 de enero de 2012

Evelyn sueña

Hay quien cree que tenemos un rol predeterminado en el mundo. El padre de Evelyn creía saber cuál era el de su hija: servicial esposa, fiel consejera del pueblo y madre proveedora. Quizás lo hubiera sido, de haber decidido serlo, pero sabía que la vida no esperaba eso de ella... ¿Cómo iba a renunciar esta intuitiva brasileña a sus sueños? Nunca se lo perdonaría.

Rojos, morados y verdes, azules, amarillos y naranjas eran los colores de su corazón. No hay experiencia que Evelyn pudiera evitar traducir en un lienzo. Cuanto más alto su padre le gritaba "¡matrimonio!", más alto gritaba ella "¡arte!". Regueros de lágrimas surcaban su rostro mientras veía sus obras atravesadas por los puños de su padre, que se negaba a ver la belleza en ellas. Anclado en la tradición, invisibilizaba el talento de su hija, alimentando en ella un genuino rechazo hacia los hombres.

No hay arrepentimiento en la mirada de Evelyn. Huir del destino al que su padre la había avocado era una dura decisión que debía tomar, antes de acabar pareciéndose a la mortecina figura de su madre... por la cual no puede sentir otra cosa más que lástima. Aún habiendo perdido el contacto, Evelyn ha sabido perdonar, pues sólo en un corazón que ha perdonado hay cabida para el amor.

Brasil sigue siendo hoy la tierra que le da cobijo, ¿cómo iba a abandonarla? El color ha trascendido su interior y todo su entorno vibra a cada paso que ella da, tiñéndose de su alegría, interrumpido unas veces por su tristeza o salpicado otras por su furia. Libre de ataduras y rencores, Evelyn es el pincel que da color a su propia vida, pintando sonrisas en los rostros de quien ose llamar a su puerta.

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