Por fin lo tenía claro. Tantos meses de
incertidumbre, tanta búsqueda a ciegas por internet, tanta charlita de
orientadores y psicólogas… El futuro de
Marta se encontraba en el mundo de las artes decorativas. Tenía talento y
estaba segura de poder canalizarlo ahí. Se acostó rebosante de felicidad en su
cama, soñando con la imagen de un diseño suyo siendo portada de alguna revista
famosa. Poco a poco se fue hundiendo en la almohada, y sus párpados fueron
vencidos por el peso del sueño.
Destellos
plateados se filtraban entre las olas, acariciando la luna las plácidas aguas
en las que ella flotaba. Se dejaba llevar por la agradable sensación de
ingravidez que la hacía volar. Un hormigueo recorría divertido los dedos de sus
pies, mientras la sombra de la vigilia acechaba para llevarla de vuelta al
mundo real…
La brisa entró por la ventana, agitando las cortinas
con delicadeza para acariciar con suavidad su cuerpo casi dormido. Una sonrisa
se posó en sus labios y abriendo los ojos, se levantó con premura para dibujar
lo que sería su carta de presentación para entrar en la escuela de
escaparatismo: un guante… el del mar, el del viento.
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